martes, diciembre 16, 2008

Quiero ser tu amante


Buen sexo, morbo, curiosidad, independencia, vía de escape, gusto por lo prohibido… son las razones esgrimidas en la mayoría de los casos para justificar su papel de amante. Vamos a dilucidar las ventajas y desventajas que tiene ser ‘la otra’. Por cierto, ¿he nombrado el buen sexo?


En una relación no hay más que dos opciones: o ser la esposa, la novia, compañera, en definitiva, la pareja oficial, o ser la amante. Muchas mujeres, más de las que imaginamos, se han visto involucradas alguna vez en sus vidas en historias con hombres casados, de forma totalmente consciente. ¿Por qué? Múltiples razones pueden llevar a alguien a ser 'la otra'. Entre ellas, las malas experiencias ocupan un lugar primordial, antes de ser la ‘cornuda’, mejor ser ‘la querida’.

Cuando alguien ocupa el tercer lugar de una relación, no hay engaños. Se acepta la situación y se vive la experiencia. Sin celos, sin desconfianza, sin incertidumbres y, sobre todo, sin esa sensación de zozobra de ‘¿me estará siendo infiel?’ La situación resulta, paradójicamente, más natural que la de muchas parejas al uso. Una mentira muy saludable.

Pero, ¿todo es tan maravilloso como parece? El tiempo es el gran enemigo de las amantes y el gran aliado de las esposas. Vamos a ver, con un poco de humor, ventajas e inconvenientes de eso que llaman 'ser la amante'.


¿Por qué una mujer se convierte en amante?

La imagen frívola del papel de las amantes que se ha proyectado en el cine o la televisión, ha hecho un flaco favor a estas mujeres que, por circunstancias de la vida acaban siendo 'las queridas' de hombres casados. Muchas llegan a esta situación por curiosidad, buscando un poco de aventura y buenas relaciones íntimas sin ningún tipo de compromiso, y acaban encontrando, en la mayoría de las ocasiones, el amor y, por tanto, la soledad y la desesperación.

Como reinas de lo prohibido, se adentran en una relación donde el sexo es el gran protagonista. Un intercambio de necesidades en un momento determinado, sin futuro, sólo presente. La adrenalina de lo prohibido es un canto de sirenas en las que muchas caen por la emoción de jugar sin límites, en relaciones que constituyen verdaderos desafíos. Los encuentros fugaces, a escondidas, con la tensión de no ser descubiertos, causa mucha excitación. No es que el sexo con un hombre casado sea diferente que con un hombre libre, pero es la fruta del paraíso un plato exótico que degustar en momentos puntuales, no el menú de todos los días. Como dice Sabina en su canción 'Contigo', ‘yo no quiero comerme una manzana, dos veces por semana, sin ganas de comer’.

Aunque la amante sabe que el espacio que comparte con ese hombre no es el mismo que el de una pareja estable, la posibilidad de tener una vivencia diferente da alas a la pasión, al creerse enamorada, aunque se trate realmente de un enganche emocional. A cambio, sonrisas, regalos, buen trato... porque ambos son conscientes de que esta situación tiene un final anunciado. Este tipo de relaciones nacen fracasadas.

Según expertos sexólogos, la etapa de encantamiento dura entre dos meses y dos años. Tras esto los hombres tienden a volver a sus hogares, con su familia. Con la madrastra de Blancanieves, según la imagen proyectada por el marido a la amante de su propia esposa. Con esa mujer con la que apenas había ya comunicación o no sabía satisfacer sus deseos sexuales. Al fin y al cabo, todos anhelamos una relación estable, el calor del hogar.



Ventajas de ser ‘la otra’
- Te llevas lo mejor de ellos. Las buenas caras, gestos, actitudes, el buen humor y las sonrisas las gastan siempre con la amante. Las extravagancias y vicios ser reservan para la dulce esposa. Además, no dan quebraderos de cabeza. Nada de quejas sobre el trabajo, el no llegar a fin de mes o los problemas con los hijos. A lo sumo, hablará de su mala esposa y su sentimiento de incomprensión.

- El sexo será espectacular. Como no se dispone de todo el tiempo del mundo, cualquier momento es bueno para un encuentro inolvidable, ya que nunca se sabe cuándo será la próxima vez. Además, el morbo que da intentar que la gente no se de cuenta aumentará la excitación entre los dos.

- Ni plancha, ni cocina, ni limpiar su rastro. La amante no plancha sus camisas, más bien las arranca y las deja hechas una piltrafa en algún rincón del hotel. Tampoco se dedica a poner su ropa interior en remojo, ni tiene que frotar esas manchas rebeldes que se resisten a desaparecer. Y mucho menos tiene que comerse la cabeza, día tras día, para ver qué le hace de comida. Para eso están los restaurantes recónditos y con encanto donde se suele acudir para dar rienda suelta a la pasión. Y si algún día deciden preparar algo en casa (de ella, por supuesto), el ir al mercado y seleccionar las mejores fresas con lo último en champán, se convertirá en todo un placer.

- Ni ronquidos, ni pijama de felpa. Son tan pocas las noches compartidas, que se aprovechará el tiempo para todo menos para dormir. Y si por un causal el sueño vence, Morfeo se encargará de convertir sus ronquidos en un dulce resuello. Por manta vuestras pieles y al despertar un tierno beso en los labios y unos ‘buenos días mi amor’ se convertirá en el mejor desayuno. Después una buena ducha compartida os dará las energías necesarias para afrontar un nuevo día, con una sonrisa. Nada de ‘sal de una vez que ya llevas una hora dentro y yo voy a llegar tarde’, ‘recoge el poco pelo que te queda de la ducha’ o ‘¡cierra el grifo del agua fría!’. Lo único que se oirá es la respiración de ambos provocada por el contacto de vuestros cuerpos enjabonados, mientras el agua no deja de caer sobre vosotros.

- Nunca tendrá que soportar a la ‘bruja’ de la suegra. Ni a esos insoportables sobrinos, primos y demás familia, caracterizada por su don del oportunismo, que aparecen allí donde no han sido invitados.

- Nada de vacaciones en el ‘maravilloso pueblo’ donde pasó su infancia. Tampoco tendrá que esperarle pacientemente mientras termina su timba de mus con los amigotes. A ti te espera París, la ciudad del amor, Ámsterdam, la ciudad de las risas y un mundo entero por descubrir.

- Tu casa y tu vida te pertenecen. La decoración correrá de tu cuenta y a él siempre le parecerá maravilloso. Tampoco tendrás que dar explicaciones de tu vida. Con quién entras, con quién sales, quién te llama a las dos de la mañana o en qué te gastas tu dinero.

- Puedes serle infiel, sin ningún tipo de remordimientos. Él lo está siendo con su esposa y quizás con alguna más… Sin sentimiento de culpa, sin engaños, sin presiones de ninguna clase.

- Nunca vestirás de blanco, pero te hará sentirte como una reina cada vez que esté contigo. Los momentos en los que esté contigo, realmente querrá estar contigo. No hay cabida para el engaño, la irrealidad de una aventura se convierte en lo más auténtico de la vida, sin los cinismos y obligaciones que en ocasiones generan las relaciones oficiales.

- Cuando la rutina marital irrumpa en vuestra vida, la relación habrá muerto. Si los problemas invaden vuestra intimidad y vuestros cinco sentidos se desliguen del arte exquisito de la seducción es hora de hacer las maletas y decir adiós.



Primer regla de oro, nunca te enamores
Cualquier persona que entre a formar parte del ‘club de la buenas amantes’ tiene que saber las reglas del juego, si no quiere salir dañada de tal tamaña aventura. Lo primero a tener e cuenta es que para ser la amante de alguien hay que ser una persona muy madura y tener las cosas muy claras. Saber qué lugar se va a ocupar durante la relación y, lo más importante, nunca hay que enamorarse. Sólo hay que esperar sexo y, como mucho, amistad.

El amor pide de comer y, con el tiempo, irá exigiendo más: más tiempo, más atenciones, más normalidad… hasta convertirte en una nueva novia o nueva esposa, momento en el cual el derrumbamiento será tan estrepitoso que el ruido te impedirá escuchar a la realidad: tú siempre has sido la amante, nada más. De ahí la importancia de tener plena conciencia de la situación y no moverse de ahí, si nos se quiere sufrir. No he oído frase más acertada en estos casos que la que leí el otro día en un blog: ‘Una amante enamorada es una amante desubicada’.

Por lo tanto el secreto está en no exigir compromisos y repartir cariño de forma generosa sin esperar nada a cambio. Sois dos individuos independientes compartiendo un tiempo y espacio en común en un momento efímero. Es la concepción del presente, del instante. No hay futuro, esta palabra queda para la esposa. Tú te llevas momentos amorales de pasión, regocijo, risas, complicidades… y ella se queda con el mañana. Pero, lo más importante, es no perder la dignidad y quererse a uno misma por encima de todo y de todos.



Inconvenientes, porque no todo es color de rosa
- Siempre tendrás la mitad de un hombre, no el hombre entero. Te dedicará el tiempo que le sobre de sus obligaciones conyugales y familiares, para muchos las migajas.

- La soledad se apoderará de ti en fechas señaladas. Habrá momentos en que desearás ser la esposa (Navidad, cumpleaños, aniversarios, celebraciones en familia…). Ni tan si quiera podrás contar vía mail o telefónica si no quieres arriesgarte a ser descubierta y desaparecer de su vida.

- La competencia con la esposa será una constante en vuestra relación. Deberás ofrecer de lo que en su casa carece, por lo que vivirás bajo la presión de estar siempre impecable para él, de mantener un nivel en la cama, de ser la mejor amiga y de escucharle, sin pestañear, todos sus problemas, aunque no te importen lo más mínimo.

- Nunca formarás una familia. Él no asumirá el riesgo de que te quedes embarazada, demasiadas explicaciones. Y si esto finalmente ocurre, sólo tendrás una forma de que él se responsabilice: a través de los tribunales. Como podrás suponer, con estos antecedentes es imposible que la relación fluya de ninguna de las maneras.

- Tendrás que esconderte siempre de todos, cuando estés con él. Aunque quieras gritar a los cuatro vientos lo feliz que eres con él, tu boca quedará sellada. Además, lo verás cuando él tenga tiempo y quiera, y siempre a escondidas, como el ‘fantasma de la ópera’.

- Te costará conseguir el respeto de la sociedad. Aunque nos enorgullecemos de vivir en una sociedad abierta y enarbolamos la bandera de la libertad a la menor oportunidad, mostramos nuestra verdadera cara cuando alguien nos confiesa ser la amante ‘de’, algo muy distinto a tener una amante. Cinismo total.

- Si tu amante pertenece al círculo laboral, date por perdida. Sobre todo si la relación se va al traste. En estas situaciones, siempre suele salir mal parada la mujer.

- En el caso de descubrirse la infidelidad, siempre serás ‘una cualquiera’. A él se le puede perdonar, ella quedará marcada con la letra escarlata. Es el machismo que todavía impera en ésta, nuestra sociedad.

- Vivirás de promesas incumplidas. ‘Dejaré a mí mujer, pero ahora no puedo porque...’, ‘mis hijos son pequeños, pero cuando crezcan estaré siempre a tu lado’, ‘ella no me entiende pero tú…’, ‘si te hubiera conocido antes’… estos son los argumentos más habituales empleados por hombres casados que quieren seducir a mujeres que se resisten a sus encantos. Una visión poco halagüeña para quien se mete en estas historias de forma inocente, pensando realmente que algún día será suyo.

- Y si encima no puedes evitar enamorarte, el sufrimiento será el ‘pan de cada día’. Los celos harán su aparición pensando qué hará con su mujer o si tu no eres, al menos, la única amante. Sufrirás lo mismo que una esposa engañada… sin ser la esposa

Articulo Extraido de http://mujer.terra.es

2 comentarios:

Odeya dijo...

"la otra" y "el otro" dependerá de los casos, los has enfocado éste tema en que la mujer seá la amante, pero creo que hay muchas mujeres independientes que tienen a "el otro", el amente perfecto que te hace disfrutar al máximo,y luego sigues con tú vida intíma, donde no tienes que dar cuantas a nadie.
Es mejor tener un amante que un marido.
un saludo.

Anónimo dijo...

No sé si ser "la otra" tiene ventajas, supongo que si lo tienes muy claro y consigues no enamorarte...

Sin embargo tener un amante, es divino!!!

¿Suena egoísta verdad? Seguramente lo es: uno te quiere, te mima y te cuida y "el otro" te excita, te vuelve loca, te pone el cuerpo del revés...

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